A medida que nos reunimos para celebrar el Tercer Domingo de Pascua, que estemos abiertos para recibir el don de la paz de la Pascua de Dios. Jesús, que es el Príncipe de la Paz, nos ofrece una paz que el mundo no puede dar, una paz que sólo podemos encontrar verdaderamente en Él. Que la paz de Dios nos base en una vida de fe para ahuyentar nuestros miedos.